Domingo, 03/04/2016
El chofer nos estaba esperando en la estación Gare du Palais de Quebec. Subimos a la Van y por la autovía que cruza el parque de Jacques Cartier, alcanzamos a ver una parte del precioso lago helado de Saint-Jean. Tras unas 4h30 de viaje llegamos a una cabaña de madera en algún lugar perdido del mundo y cercano a Gerardville.
Una sopita caliente mientras una musher nos iba contando un poco que pasaría los días siguientes. Apenas dio tiempo a conocer al grupo pues enseguida nos metimos en las literas a descansar. El día siguiente se preveía muy atareado y yo aún me encontraba baja de fuerzas.
El martes, un genial desayuno casero nos esperaba. De hecho, todo lo que comimos durante nuestro tiempo en el campo base estaba delicioso. La mujer de Tony tiene muy buena mano para la cocina y nos obsequio con varios platillos típicos canadienses. Nada más terminar fuimos a equiparnos: botas, pantalones, chaqueta, gorro y guantes.
A las 9h30 una de los musher salía de expedición con los perros de Nicolas Vanier que habían participado en l'Odyssée Sauvage y la Yukon Quest. Se erizaban los pelillos del brazo con los ladridos de los perros que deseaban empezar a correr.
Tras la preciosa iniciación de 2h30 por sendas forestales estrechas, en la que tuve que poner en práctica casi todo lo que nos había explicado el musher (Fabien), y tras atender a los perretes a la vuelta, me fui a ver la puesta de sol. No todos los días uno puede ver el estertor del sol reflejado en un lago helado. Estaba resuelta a no hacer como el resto del grupo que se refugiaba del frío y el cansancio en cuanto terminaba la actividad, para mi la actividad era respirar la naturaleza del invierno.
La jornada primera de la expedición, miércoles, empezaría como cualquiera de las siguientes. Desayuno e higiene, seguido de preparar la mochila, ir a saludar a los chuchos, preparar el trineo con el equipaje, anclarlo en el suelo, extender las líneas donde se van a atar a los perros, desenredar los arneses, esperar a las instrucciones del musher para ir poniendo los arneses a los perros, esperar las instrucciones del musher para ir poniendo los perros uno a uno en la línea y haciendo que se quedasen tumbados, conseguir que los perros sigan tranquilos tumbados, a señal del musher ir acercándose discretamente al trineo sin tocarlo, ponerse sobre los frenos (para entonces los perros ya estaban de pie, ladrando y queriendo irse a pasear), quitar el ancla consecutivamente trineo a trineo y decir "Okey" a los perros para que empezasen a andar.
El primer tirón inicial de los perros es estremecedor, no quiero pensar como lo sería con más de 3 perros. Yo no podía evitar que los ladridos continuos me pusiese nerviosísima. Tenía casi tantas ganas como ellos, algunos incluso temblaban de los nervios, de empezar para terminar con ese agobio.
Ese primer día casi todo en senderos forestales estrechos dio tiempo a perfeccionar algunas técnicas. Aprendería a modular la voz para que los perros me hiciesen más caso, a arrancar con "Okey", parar con "Ooohhh", a hacerlos ir más rápido "Yup yup yiuuuup", a que mi segundo perro no tirase hacía otro lado que el primero "Droit", a recompensarlos cuando me hacía en caso "Très bien, bon chiennnn, bon chiennnn", a que si les cantas los cinco lobitos con pausas y entonaciones diferentes se ponen contentos corren más y te miran de vez en cuando. A donde poner el peso para poder dirigir el trineo hacia un lado, a como frenar en el lado contrario del peso, a mantener la línea siempre tendida evitando que Palouk se enredase las patas, a mantener la línea tendida evitando que Catak y Palouk se encontrasen y tuviesen una bronca (cosa que tuvieron el primer día), ...
Paramos a comer. Cortamos con la sierra mecánica un árbol viejo/muerto y preparamos un fuego. Las comidas en expedición siempre estarían compuestas por sopa con aritos de pasta y sabor o a salchichas, o pollo, o bacon, o brochetas..., que luego pondríamos a las brasas. Té o café y pastas caseras. Yo solía repetir de sopa. Para cenar tendríamos sopa de pasta y, o espaguetis o puré de patatas con algo. Y un delicioso postre casero preparado por la mujer de Tony.
Su hora de la cena (y única comida) llegaba y ladraban casi tanto o más que por la mañana al querer ir a trabajar. Agua del lago mezclada con pienso para obligarles a hidratarse, aunque algunos perros volcaban sus cuencos para comer sólo las croquetas. De postre una ración de carne congelada pasada por la sierra mecánica.
Tiempo libre para dibujar, hacer fotos, cruzar lagos o ríos helados, trepar con raquetas a copas de arboles sepultabas en la nieve, hacer agujeros en lagos...
Cualquier aventura era divertida. Incluso ir al reencuentro con la naturaleza para tener un momento privado requería de raquetas.
Mis gafas de colores me trasladaron a Marte con unos alienígenas peludos y babosos, al planeta dorado, a todo es mejor si ves en amarillo, a la vida en rosa, a qué frío hace si ves azul y el verde en la nieve está sobre valorado.
Una tienda aclimatada con una estufa y suelo de pino nos esperaban. El calor concentrado en la zona alta de la tienda poco a poco iría llegando hasta el suelo donde dormiríamos con sacos adaptados hasta -30º. La tienda podía estar fácilmente a 18º e incluso llegar a más. Una de las noches me desperté pensando que me estaba quemando del calor que tenía. La ropa colgada en las alturas superiores se secaba bastante rápido.
Por la noche, siempre las anécdotas del día, la experiencia de los mushers y mil historietas entretenidas. Quizás algo de whiskey de arce, o vino tinto francés...
Por supuesto, no sólo volqué una vez, sino dos o tres. Me arrastraron en un par de ocasiones los perros agarrada al trineo y varias veces encalle en arboles.
Mi equipo raramente fue el mismo durante mi inmersión en los trineos de perros. En la iniciación tuve a Clyde y Palouk. El primer día de expedición iba a tener a Marlene y Palouk, pero al final Inou tuvo que respaldar a Marlene, puesto que éste se daba media vuelta y venía hacía mi. Luego descubrimos, que Marlene siempre tiene que ir acompañado en la posición que vaya. El segundo día de expedición tuve a Catak, Marlene y Palouk. El tercer día de expedición empecé con Inou, Marlene y palouk; pero terminé con Catak, Marlene y Palouk... Catak no estaba haciendo caso al musher, así que tuvo que poner a Inou en la cabeza. El quinto día llevaba a Catak, Marlene y Palouk, pero Vigo el perro de atrás no tenía ritmo y tuvimos que ponerle a Marlene para darle soporte.
Clyde un Malamute de 10 años con un ritmo de trote lento. Gracias a él me inicié tranquila en el arranqué del trineo y me obligo a practicar el frenado para que la línea estuviese tensa. Palouk tenía más ritmo que él.
Palouk un medio Malamoute gigante y Husky que fue mi 4x4 patas. Un tractor. Él sólo hubiese podido tirar del trineo conmigo y el equipaje, sin embargo un perro de segunda línea con necesidad de seguir a otros perros. Muchas veces el iba al paso, mientras los perros de delante iban al trote de tan largas tenía las patas.
Marlene mi mestizo negro. Nervioso y energético. Al final del día seguía aullando pidiendo más kilómetros. Pequeñito, pero con tales ganas que siempre era el que tenía la línea tensa. Perfectamente adaptable a cualquier posición, pero con otro perro como apoyo. Perro de competición.
Inou la perra de cabeza del musher. Era un cuarto loba. Con un sentido de la orientación innatos, un ritmo medio debido a sus 10 añitos. Mimosa y tranquila.
Catak el segundo perro de cabeza del musher. Era un sexto lobo. Con ganas de ir hacia adelante siempre, aunque aún le falta madurez para acatar todas las ordenes. Dominante y territorial con los otros perros, cada vez que uno de sus compañeros hacia pis a su lado, él gruñía intensamente.
Vigo, el hermano mayor de Whiskey. Era el perro de cabeza de atrás, que siempre acababa metiendo su cabeza entre mis piernas de tantas ganas que tenía de adelantar. Un perro de 10 años que al final del día se encuentra cansado.
En coste de toda la experiencia fue de 980€, dejamos propina.
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SUNKINDARKNESS