Domingo, 04/12/2011
Por fin llego el domingo, después de 6 días seguidos currando, lo necesitaba. Necesitaba salir del campus del hospital, necesitaba evadirme un poco del ambiente familiar que hay aquí, y bueno di que mi mente necesitaba desconectar de todo. Muy contenta, aunque cansada me dispuse a hacer una excursión a un pueblo del que me habían hablado: Puttaparthi (sí, el nombre es muy gracioso).
Germán y yo fuimos al cruce, y esperamos unos 10 minutos a que llegase un autobús que nos dejase en Puttaparthy. Resulta que los autobuses a Dharmavaram, y luego de allí teníamos que coger otro bus hasta el destino. El viaje de ida fue bastante divertido, nos dejamos el culo con unos cuantos badenes, pasamos al lado de rebaños de ovejas, casi atropellamos vacas... vamos lo que suele corriente por aquí.
A medida que nos acercábamos a Puttaparthi, nos percatamos de que era una región rica, plagada de resorts todos asociados a un tal Sai Baba. Paseamos por las calles, y nos compramos un samosa con guindilla para el segundo desayuno hobbit, picaba.
Nos dimos una vuelta el Prashanti Nilayam Ashram, donde me llamaron la atención 4 veces por llevar calzado al acercarme a un lugar de adoración. Lo mejor del asunto es que cuando Germán hacia algo considerado no apropiado, decían: - "Madame, Madame" - siempre era mi culpa. No nos dejaron sacar fotos en el interior, pero era bastante bonito. Fuimos a ver el museo, que estaba dentro de una deificación que asocias a los Majarahas. Al acercarnos un par de chicos con los que habíamos coincidido en el autobús de ida, me dieron una flor y me pidieron sacarme una foto con ellos. Visitamos el museo que fue interesante por las maquetas de otros lugares de culto importantes en la india, y luego a la salida nos hicimos unas fotillos con un grupo de niños. A la que volvíamos al pueblo, nos dimos cuenta de que los arboles estaban plagados de murciélagos. Eran enormes, casi tan grandes como mi torso... una pasada verles desplegar las enormes alas.
Buscando un tibetano para comer, nos encontramos a un argentino que nos recomendó uno, y nos informo que en la ciudad santa no se podían encontrar cervezas. Compramos agua y coca-cola y nos pusimos a charlar al lado de una chabola durante un ratazo. Nos dimos un paseo por la zona periférica, fuera de los resorts y nos encontramos con un cerdito super chiquitín comiendo basurilla. ¡Qué lindo!
Mis amigos bathalapeños me habían pedido que hiciese algo de compra. Entramos en un super, e hice la compra. Me gaste unas 900 rupias.
A las 14h llegamos al restaurante tibetano recomendado. Pedimos una sopa, dos platos de momos, un pan tibetano, un par de tes con limón, y de postre unos zumos de naranja. Estaba todo sumamente delicioso... cada minuto un ¡qué rico! se me escapaba. El hilo musical era ideal. Me sentí transportada a una zona tranquila donde no había multitudes de gente, donde todo era Zen. Recuerdos de china me venían a la mente. Comimos con salsa picante y palillos. Fue el rato mas agradable de todo el día, y merece la pena el sitio principal mente por eso. Compre el cd que estaba sonando y se lo regale a Germán, luego me lo copiaría yo.
Fuimos a la estación de autobuses para volver a Batalaphalli, y en el trasbordo de buses se me olvido la compra en el bus. Lo que mas rabia me dio fue perder el cd. Una vez en casa de tranqui puse música medieval y a descansar.
SUNKINDARKNESS