Lunes, 24/06/2013
Llegué a las 5h de la mañana a New Manali, agotada me subí a un rickshaw que me estafó porque le dejé. Me apeó a mitad de la cuesta de Old Manali diciéndome que allí había GH baratas.
Di un paseo buscando algún lugar para dormir, pero no había ni un alma en la zona, así que decidí seguir subiendo la cuesta y buscar un lugar para descansar. Andando por la calle me encontré con un chico madrugador que me dijo que compartiese su cuarto, le dije que a mi marido no le parecería bien. Insistió en que al menos me refugiase en su cuarto para tomar un café hasta que fuese una hora en la que pudiese encontrar alojamiento, le dije que no. Al final insistió en acompañarme y cargar con mi mochila... le deje que la llevase.
Al alcanzar la cima de Old manali encontré a un hombre madrugador dueño de una GH y por fin un cuarto donde descansar. Le dije al muchacho que me iba a dormir y que muchas gracias por acompañarme, me preguntó que si le podía dar un abrazo, le contesté que no y luego me pidió un beso. Parecía que casi se echaba a llorar diciéndome que no le estaba permitido besar a ninguna mujer hasta casarse. Le eche del cuarto.
Me di una ducha y me acosté. Pasé el día medio mareada, agotada del horrible viaje nocturno desde Dharamsala. Fui a comer al Lilit's una rica ensalada y a tomarme una tartita en la English Bakery, para acabar el día viendo alguna carrera descargada de la Formula1.
El jueves Gaston y Daniela aparecieron en mi cuarto a las 5h con otro par de argentinas. Nos echamos a dormir 4 en mi cama y otro más en una silla, hasta las 10h que salimos a buscar un sitio al que mudarnos. Mis vecinos de cuarto, unos israelíes estuvieron con la música hasta bien tarde el día anterior y por la mañana amanecieron con la misma música electrónica. Tuve que dormir con tapones y me levante con taquicardia.
Una vez instalados en el hotel Tourist Nest GH, muy recomendable, desayunamos en su terrazita al solecito. Yo compartiría cuarto con Dora y Aldana, las argentinas (madre e hija) que llegaron con Gaston y Daniela. Viendo que ya no quedaban habitaciones individuales, me ofrecieron compartir con ellas. Resultó curioso volver a convivir con alguien en el mismo cuarto.
Pasé el día de relax. Leyendo, disfrutando del silencio y contemplando la maravillosa vista de las montañas desde mi terraza del hotel.
Por la tarde salimos todos juntos a pasear hacia la parte baja de Old Manali. Vimos a varios chicos saltando en el río y a las vacas comiendo plásticos, el ruido de los motores hicieron que acabásemos dándonos media vuelta a la calma de la cima de la montaña. Nos encontramos con una procesión de un budha que tocaba tambores y unas trombones tibetanos.
Iríamos a cenar a un precioso restaurante en un jardincito con una comida deliciosa, puede que se llamase Green Garden.
El sábado de nuevo me levanté taquicardica, demasiado cansancio acumulado. Tenía ganas de salir a la calle, así que justo a tiempo me junté con Gaston y Daniela para irnos a explorar.
Fuimos primero al Hadimba Temple, que resultó estar tan abarrotado que no pudimos entrar, pero nos dio la oportunidad de ver los yaks cercanos, el carrusel, las viejecitas con los conejitos... a apreciar la vida de la zona con todos sus indios de vacaciones.
De ahí bajamos hasta New Manali por la carretera hasta la callecita que se hace llamar el Manali Mall. La andamos de punta a punta cruzándonos con niños mendigando, monjes budistas, vendedores de bongos, familias de indios que querían fotos con nosotros...
Al finalizar la calle, callejeando un poquito llegamos hasta la Gompa que resultó estar pintada con unos maravillosos colores, dragones y garzas. El budha era divino y el demonio rojo de su lado derecho embriagador.
Anduvimos hasta el monasterio cercano, donde los pequeños monjes lavaban sus atuendos. En el templo perdí toda la energía, cosa ya frecuente para mí en los templos budistas.
Comimos en un restaurante indio del Mall y al emprender el camino de regreso, lo hicimos por el bosque. Fue un remanso de paz dejar atrás los ruidos de los rickshaws, el humo de los camiones y el bullicio de la gente, para sólo contemplar pinos centenarios, musgo y alguna vaca.
Gaston propuso hacer una sesión de meditación en mitad de un claro, con la potente luz del sol iluminándonos y así pasamos 15minen un remanso de paz interno y externo difícil de adquirir en India.
Al cruzar el puente, decidimos parar en el Café 1947. El bar tenía un ambiente muy agradable y unos camareros de lo más simpáticos. Luego tarde tranquila en la terracita viendo las nubes cubrirse hasta llegar a llover y cena en el Shiva.
El domingo desayuné en la terrazita del cuarto: zumo de piña, pancito con nueces untado con tomate y un plátano. Qué feliz puede hacer algo tan simple.
Descendimos la cuesta de Old Manali y no cruzamos el puente a New Manali sino que seguimos andando recto. La carretera bordeaba varios campos de cultivo, donde los manzanos eran los reyes.
Anduvimos en esa dirección unos 3Km hasta que dejamos la carretera para meternos por un claro caminito de piedras que bordearía el río. Al llegar al siguiente pueblecito, encontramos un puente y al cruzarlo llegamos a la carretera principal de Vashisht.
Al cruzar la carretera, justo en frente estaba el camino a las cascadas de Jogini. Para llegar pasamos por un pueblecito con una vida encantadora: mujeres lavando la ropa, niños jugando en las callecitas, animales correteando por todos lados...
Jogini Falls estaba plagada de indios, así pues no nos decidimos a bañarnos, sólo a remojar los pies en sus frescas aguas. Nos bebimos unos chais y comimos unos sandwiches hechos por una mujercita de la zona y quedamos estupefactos con la belleza del lugar.
Al bajar de la zona de las cascadas nos encontramos con un claro dedicado a la meditación. Una preciosidad.
Anduvimos durante 20min por un sendero que discurría primero en bosque y luego entre pequeñas aldeas hasta llegar a Vashisht que nos cautivo por sus preciosos colores.
Cerca de la plaza principal nos encontramos con uno de los templos donde estaban las aguas termales o Hot Springs, la verdad es que el agua no estaba tan caliente como para no bañarse, pero sin embargo sólo remoje brazos y piernas. Acabamos hablando con una profesora de yoga española que nos contó mil anécdotas y con la que pasamos un buen rato tomandonos un té.
Para terminar el día fui al Café 1947 donde el dueño, y ya amigo, tocó algunas canciones con su gitarra amenizando la velada. Conocí también al dueño del Lazy Dog, otro restaurante, que resultó ser un chico de lo más simpático.
Para cenar fuimos a comernos unos sabrosos gnocchi en el jardincito del restaurante Green Garden (la verdad es que no estoy segura de si se llamaba así).
SUNKINDARKNESS