Lunes, 01/12/2014
Recién levantada en León, sin dinero y con ciertas obligaciones para preparar mi salida del país (buscar autobús, cambiar dinero). Viéndome sin ganas de obligarme a hacer nada, la opción de Alex y Pedro era tentadora. Ni siquiera pregunté, sencillamente les informé de que les iba a acompañar.
Dejamos León andando hacia la salida del pueblo y sacamos dedo. Un reverendo inglés que iba dirección Matagalpa nos recogió y nos dejó a mitad de camino, un poco más tarde nos recogería un autobús de universitarios de Estelí, y para terminar acabaríamos ya de noche en Condega. Siendo de noche decidimos pernoctar en la zona, a pesar de no estar a más de 20Km de nuestro destino.
Zayda abrió la puerta de su casa tras un rato de dar palmas. Nos hizo pasar, le preguntamos si no le importaba que acampáramos al lado de su casita, nos ofreció café, nos dio de cenar la que sería nuestra bien merecida comida-cena, y al final nos ofreció un precioso cuartito resguardado de los vientos y ruidos de la Panamericana con un hermoso colchón. No cabía en mi de gozo de vernos con la fortuna de poder vivir esta experiencia, de conocer a gentes tan generosas. Pensando ya que el café no me dejaría dormir, fue poner una película y quedarme completamente dormida.
Siempre es extraño despertarse en casa ajena, pero al cabo de un rato estábamos igual de cómodos que la noche anterior. Viendo al precioso guacamayo comer maíz, al crío corretear por el patio y con ese delicioso desayuno de frijoles con crema agria. Fuimos a ver una de las parcelas de la familia, a darnos un pequeño paseo entre esas plantaciones tan diferentes e iguales a las de España. Costó la decisión de volver salir hacía la carretera y abandonar a nuestros anfitriones de tan bien que nos trataban.
Un par de coches y llegábamos a Somoto. ¡Cómo puede ser que en todas las principales plazas de los pueblos tengan wifi y aquí no? Conocimos a Virginie, una voluntaria canadiense de Quebec de la zona, una couchsurfer.
La recepción fue con una maravillosa barbacoa en algún lugar perdido de los alrededores de Somoto. Mi primer Ron Plata y ese rico pollo, rebañando hasta los huesos.
Al oscurecer decidimos ir al pueblo a jugar al basket en la plaza. Entonces ese chico borracho vendría a interrumpir nuestra armoniosa velada fardando no sé qué de las maras. Pegaría a Virginie. Se asustaría de Alex y Pedro. Se caería. Se partiría el labio y perdería tres dientes. Virginie fue a denunciarlo a la comisaría acompañada de Pedro. Alex y yo iríamos al hospital para que nos se escapase el pillo. Se lo llevaron detenido y dormiría en el calabozo.
Tras un perfecto día de lectura y descanso, fuimos al cañon de Somoto. Nos saltaríamos los controles y llegaríamos por nuestros pies hasta el fondo del valle. Chapoteamos un buen rato entre piedras y disfrutamos de ese pequeño sitio apartado de la humanidad. Hubiese sido genial ir equipados como para recorrérnoslo entero.
Deliciosos peces con todas las variedades de especias del mundo y más. ¡Qué majetes sois, chicos!
SUNKINDARKNESS