Sábado, 20/10/2012
El jueves a las 8h estaba en la
estación sur cogiendo un autobús a la Montaña Amarilla. Cuál es
mi sorpresa que me tocaría sentarme al lado de un francés y delante
de dos francesas más. Tras charlar un rato, duermo las 6h de
trayecto, no seguidas, pero casi.
Al llegar a Huangshan decido no
quedarme a dormir en la ciudad, sino aprovechar el espectacular día
y dormir en uno de los dormitorios compartidos de un hotel de la
montaña. Salgo corriendo a coger el autobús que te deja en las
faldas de la montaña, pues quería subir andando y no perderme la
puesta de sol desde la cima. Me encuentro con Antoine, otro francés
que al contrario que los otros también quiere subir andando en vez
de coger el teleférico. Nos damos fuerzas mutuamente y charlamos
sobre un montón de cosas, hasta que me quedo sin aliento y cierro el
pico. Fueron 2h30 de escaleras, sólo paramos a hacer alguna foto.
Pensé que quizás mi rodilla izquierda, la del golpe en Nanjing se
resentiría, pero al día siguiente no tuve ni agujetas.
Acabamos, por un error mío en la
lectura de los mapas, en la cima de la torre de televisión justo a
tiempo de ver una preciosa puesta de sol... en vez de ponerse en el
horizonte, se ocultó tras las nubes bajas que rodeaban la Montaña
Amarilla.
Se nos hizo de noche intentando dar con
el hotel donde íbamos a dormir. Hicimos el check-in y tras comprobar
que los precios del supermercado eran deshorbirtados, nos comimos
nuestro tazón de nudels en la recepción del hotel. Nos supieron a
gloria.
A las 4h30 de la mañana todo el mundo
estaba levantado para ir a ver la salida del sol. Dos horas más
tarde por fin pudimos ver el sol entre bruma y montañas.
A las 7h, tras desayunar un huevo duro
de color negro, nos dispusimos a recorrer la montaña. Sube
escaleras, baja escaleras... mira que vista tan guapa del gran cañón.
Sube escaleras, baja escaleras... mira que preciosidad de puente.
Sube escaleras, baja escaleras... estamos en un atasco peatonal entre
las montañas... Porque las montañas en China están urbanizadas.
Tras 1h30 bajando al infierno por preciosos paisajes
otoñales y con un dolor de rodillas que no se lo cree nadie,
llegamos al pie de la montaña a las 13h30. Cogimos un autobús que
nos dejaría en el restaurante de Mr. Xan, quien nos reservó el
hotel en la montaña. Recogí mi mochila, comí un plato de arroz con
ternera, me despedí de la pandilla de franceses y un autobús me
llevo a la estación de Huangshan City (también llamado Tunxi). Compré lo únicos billetes
de tren disponibles a Guanghzou, esto implicaba 18h de tren de pie...
una nueva aventura me esperaba.
Para ocupar mi tiempo me fui a un
hostel cercano a la estación a contactar a algún couchsurfer que me
pueda albergar el sábado. Wang hat bo se sienta en frente de mí. Me
ofrece caña de azúcar para mordisquear, luego saca una botella de
vino chino y nos servimos unos vasos, me invita a unos pitillos...
bah, llevo 15 días sin fumar, pero voy a estar 18h en un tren de
pie, qué más da si apesto a sudor, a alcohol y a tabaco. Quizás me
ve hambrienta, porque me invita a un pepino y luego a cenar... los chinos son tan
hospitalarios.
En la estación de tren me pongo la
primera de la cola, no sé como será el vagón así que tengo que hacerme con un buen sitio, luego
me dará igual porque la puerta del vagón no está donde debería. Veo
entrar a la gente a tropel, así que como vergüenza no tengo ninguna,
entro de las primeras, veo el vagón repleto y decido hacerme con un
hueco en la bandeja destinada a las maletas. Subo la mochila, me
quito los zapatos, me subo a un sillón, a la mesa y luego al reposa
cabezas y ya estoy en un periquete ocupando el sitio destinado a 5
maletas. Saco la manta del avión y una camiseta que me pongo como
antifaz y estoy preparada para dormir. Los chinos me miran atónitos,
¿quién podría aguantar 18h de pie? Primero viene una revisora me
dice por señas que me baje y le digo que no, sonríe y se larga.
Al cabo de un breve sueño vuelve con el jefe de revisores que por
señas me dice que me baje, digo que soy de España y que no hablo
chino. Los chicos del vagón tratan de explicarme lo que dice el
revisor, pero les despacho diciendo que no entiendo inglés, que
hablo español. Una media hora más tarde me dicen que me ceden un
sillón, pero que baje de donde las maletas. Me bajo y me dicen que
les acompañe, y me llevan al vagón restaurante. Me echo a dormir.
Dos horas más tarde me despiertan y me dicen que no se puede dormir
allí y me venden un billete para una de las literas. Me acuesto y
duerme como un bebé.
SUNKINDARKNESS