Lunes, 07/04/2014
Dando kikos a mis compañeros de viaje, me despedí
diciéndoles: -Lo que somos hoy, no lo seremos mañana.
Colchonetas haciendo de respaldos, mantas tapándonos, agua y
el cubo cercanos. El precioso templo circular y su ventana desde conde quilla y
la claridad de las estrellas nos ayudará a recuperar la cordura una y otra vez.
Causaypac. Por la vida.
Serpiente, nido de serpientes, sólo hay serpientes. No hay
aire para respirar, no existe el vacío, todo está ocupado por serpientes: Amarus.
Me olvidó de mi misma, mi foco se hunde
en el nido cada vez más y más, quedándome atrapada sin aire. No hay
manera de salir, no me puedo mover… me engulle el nido… Naranjas y negras,
verdes y amarillas, todas retorciéndose, todas moviéndose sumamente despacio…
Una sensación angustiante de total perdida del control, del cuerpo, de la
respiración… y un pensamiento se hace eco, no quiero sumergirme en lo oscuro
(no quiero ir contigo). Consigo mover mi cuerpo y percibo a Amanda al otro
extremo de la manta verde que compartimos, y quizás poco a poco, las serpientes
se disipan para dejar paso a otras creaciones. Aunque sé que en lo primordial,
en lo más bajo de mi consciencia continuarán reptando.
La música ilumina las regiones de mi cuerpo que padecen de estrés,
colores rojos y anaranjados iluminan mi garganta, mi estomago… La necesidad se
hace más grande que la sensación de no poderse mover. Primero de rodillas
avanzo a tientas hasta la barandilla, me incorporo, la cojo firmemente y me
pierdo en la oscuridad donde una rendija indica la única salida. Mil veces me
pierdo en la oscuridad de mi mente para abrir los ojos una vez más y comprobar
que apenas he avanzado unos pasos. En algún momento, y sin recordad cuando tome
la decisión de ir hacía la luz, la barandilla ha empezado a bajar y la mullida
cuesta me acerca a la puerta.
Sentada en el retrete, la vista se me va, no enfoco, no me
concentro, cierro los ojos… Pasados unos instantes los abro… todo sigue igual
nada ha cambiado, me concentro en la tarea pendiente, cierro los ojos… los
abro, ¡o no, me volví a perder! Tras repetir la experiencia tantas veces como
para llegar a aburrirme, consigo pasar a desenrollar el papel, me limpio,
cierro lo ojos… ¿me limpié? Repetimos la operación… bucle infinito. Suspiro, en
algún momento me levantaré.
Atravieso la puerta internándome en la oscuridad de nuevo,
consigo encontrar la barandilla a tientas… Una ola de miedo me recorre, me giro
y veo atractiva la idea de volver a la luz… dos pasos hacia la luz, consigo
dominarme y volver hacia adentro. Me pierdo mil veces, mil veces tomo
consciencia y mil veces me vuelvo a perder. Sigo en mitad de la oscuridad
agarrada a la barandilla, en algún momento una ventana y su luz exterior me
atraen… mi sitio está junto a ella. Encuentro mi colchón, me pregunto como
conseguí salir de la oscuridad y encontrar mi refugio de nuevo. Me arropo, bebo
agua y reposo mi cabeza entre mis brazos que abrazan mis piernas. El cubo
encajará perfecto en un rato.
La sensación de soledad, de ganas de contacto, de que las
distancias pierden sentido, de que el tiempo tiene saltos. De que un millón de
perspectivas de una misma cosa se suceden, que hay como mil adormecimientos y
mil despertares, de que mi cuerpo cambia de posición sin exigírselo, sin pensar
en hacerlo, sin tomar la decisión. Abro los ojos, enfoco al techo y su agujero.
Percibo las sombras de mis compañeros. Vuelvo a cabecear y a encontrarme a
disgusto, quizás algún suspiro se me escape. Cierro los ojos, los colores me
invaden, no puedo luchar sólo busca tu refugio, deja el cuerpo en esa posición
en el que te puedes olvidar de él y sólo sentir la música.
Ese primer vómito visceral que vino sin previo aviso,
invocado por el vecino. Olor a azufre y el cubo.
Esa sensación de manos dormidas, ese hormigueo que siembra
una sensación de disgusto en mitad de un tiempo infinito. Abro los ojos, mis
manos frente a mi comienzan a frotarse, la circulación comienza de nuevo y sin
más empiezo a jugar con los movimientos, haciendo contact dance… total control de
mis músculos, perfecto movimiento. Increíble contacto de mis yemas con mis
cejas, mis pómulos, mi cara. Un momento mágico.
Esas voces, esas canciones, esas palabras que se ajustaban
perfectamente a la experiencia y que me hacían girarme a lo real.
Ese beso nunca dado en la barandilla, mas ese perfecto
encuentro a la hora de la segunda toma que sano mi ente perdido. Esa barba tan
sumamente suave.
¿Cómo se decía? Causaypac
La jungla con el puma camuflado y el vuelo del cóndor por
los paisajes del Salkantay hasta el mismísimo Machupicchu.
El encuentro con la posición horizontal para dejarse llevar
al sueño reparador y el maravilloso despertar debajo del sol nocturno.
La increíble canción de una madre a su bebé. La canción más
bonita del mundo y la canción más movida del mundo.
El reencuentro con la luz en la hoguera todos juntos de
nuevo, con alguna lección aprendida. Supaiky Pachamama.
SUNKINDARKNESS