Lunes, 13/05/2013
Salí de la estación y anduve un rato
dirección Anantapur, las calles me eran tan conocidas. La sensación
de que fue ayer cuando estuve en esa misma calle me invadió. Paré a
un rickshaw para que llevase al campus y al llegar solicité las
llaves de mi cuarto.
De camino a lavapies y durante la cena
me fui encontrando con alguna cara conocida, pero muchísimas más
eran las desconocidas. Me puse al día con alguna de la gente de mi
época y empecé a percibir los cambios que ha habido en India
durante un año, no quiero ni pensar entonces en lo que habrá pasado
en España.
El sábado a las 10h30 y tras una hora
de sensación de no poder dejar de moverme de un lado para otro nos
pusimos camino a Bathalapalli. El paisaje me parecía muy diferente,
la carretera estaba llena de obras...
Me apeé en la entrada para ir
directamente a mi antigua oficina, fue genial reencontrarse con
Chitra que no se lo esperaba. Fuimos a su casa a tomarnos un chai y
charlamos sobre nuestras familias, sobre el programa informático y
sobre mis planes.
Me despedí de Chitra para recorrer el
camino que tantas veces había corrido hasta el hospital de HIV y me
encontré con Gerardo, la más cálida recepción de todas, quizás
fuese porque él sí es bathalapeño.
Anduve hasta la tumba de Vicente Ferrer, casi terminada y busqué a Kanan en su nuevo despacho, sin suerte. Me pasé por el nuevo Orfanato para niños con VIH y estuve jugando con alguno de ellos. ¡Tan bonicos! Me fui del hospital sin atreverme a pasar por delante de mi antigua casa.
Tras comer, me llevaron a visitar el proyecto Mujer a Mujer en un pueblecito remoto. Al ver a todas las mujeres esperando en el porche de la escuela, las lágrimas se congelaron en mis ojos, para al final acabar derramándose al verlas todas con los ojos puestos en mí. Me reí con ellas, las sonreí, las dí besos, bailamos, cantamos...
De vuelta a la fundación Ana Ferrer nos acogió en su despacho y aunque no se acordaba de mí, pude hacerle varias preguntas sobre la fundación, la película de Vicente Ferrer...
Por la noche, Edu, mi antiguo profe de
Taekwondo, horneó pan que complementamos con tomate y embutido.
El domingo, fui a visitar a Asma Bee y su hijo Mahil, por supuesto que me recordaba y su hijo había crecido robusto y fuerte. Fue muy emotivo todo, al menos había hecho bien algo. La familia era joven, ella de 20 años, Mahil su primer hijo, el pueblo muy pobre... fue un gustazo regalarla dos conjuntitos para el peque y un saree para ella. Conversamos a través de la traductora, pero quizás nuestros ojos tanto los de ella como los míos no tenían necesidad de palabras. Podíamos quedarnos mirándonos durante minutos enteros y sólo sonreír sin apartar si quiera la mirada.
Muchas sensaciones me embargaban al estar de vuelta en mi último hogar. Deposité la corona de flores que me habían regalado en la tumba de Vicente Ferrer, en Bathalapalli, y volví a Anantapur.
SUNKINDARKNESS