Domingo, 06/05/2013
Al llegar a Mirissa, bajamos por la calle principal hasta la playa. Nos recorrimos toda la playa preguntando precios y viendo habitaciones, para al final decidir volver a la calle principal donde encontramos un lugar fantástico y baratísimo.
Eran las 17h30 cuando por fin dejamos los bártulos, así que nos fuimos a comer o más bien cenar. Encontramos un lugar bastante chulo donde nos ventilamos una increíble barracuda, con su arroz y patatas.
Tras cenar una charla amena y unas cervecitas, vimos a un escorpión negro deslizarse debajo de la tarima del restaurante. Alguien nos contaría luego que también había cocodrilos en la zona.
Anduvimos por la playa hasta un chiringuito donde hacían espectáculos de fuego y nos tomamos una cerveza. Empezó a llover y lo que iba a ser una cerveza se convirtió en un par de cocktails.
El sábado por la mañana, tras un par de chapuzones y desayuno, paseo por la playa. En un lugar idílico, me senté en la arena horas y horas mirando el mar acompañada por un chucho bastante guapete.
En el camino de vuelta la lluvia fría del monzón quería limpiar la arena y sal de mi cuerpo, sin resultado... de tanta que se había instalado a base de revolcones con las olas. Horas y más horas de disfrutar de las inmensas olas bajo la lluvia, decidí darme una ducha que no me libraría de la arena.
Cenamos en otro restaurante con el pescado fresquísimo, pero ni de lejos tan rico como el del día anterior. Nos tomamos unas cervezas en el chiringuito y a dormir.
El domingo por la mañana al pagar la cuenta de la habitación, los dueños me invitaron a un té, unas pastitas y unas bananas. De nuestra bella guest house cogimos Ralph y yo el bus hacia Hikkaduwa.
SUNKINDARKNESS