Martes, 09/07/2013
El domingo 7 nos pusimos en camino
desde Srinagar. Pasamos un buen rato en la zona de los autobuses
hasta decidirnos por coger un jeep en vez del autobús local. El
dinero que nos gastábamos de más en uno, sería la perdida de la
consiguiente correspondencia de bus con Amritsar, gasto y quebradero
de cabeza por la búsqueda de habitación de hotel.
El camino no era tan espectacular como los precedentes, la carretera sí era mucho mejor, pero el tráfico muchísimo peor. Debíamos tardar 8h y al final lo hicimos en 12h, no quiero ni pensar cuanto tardaríamos con el autobús local que supuestamente tardaba 11h.
Llegamos a Jammu a las 21h30, cenamos y
tomamos un par de chais y a las 22h30 estábamos en el autobús hacia
Amritsar, donde llegamos sobre las 5h. Nos tomamos un par de chais
cerca de la estación hasta decidir movernos. La verdad es que las
24h de viaje fueron super amenas por el fantástico compañero de
viaje, Rory.
Llegamos a las inmediaciones del Golden Temple con un cycle-rickshaw. En un callejón cercano nos fumamos un pitillo y saqué los atuendos apropiados para poder ir al interior. Entre centenares de peregrinos buscamos el dormitorio para extranjeros y al final alguien tuvo la diligencia de llevarnos hasta la puerta. Eran las 6h y estábamos agotados, pero lo primero era necesario quitarnos el polvo del camino.
Llegamos a las inmediaciones del Golden Temple con un cycle-rickshaw. En un callejón cercano nos fumamos un pitillo y saqué los atuendos apropiados para poder ir al interior. Entre centenares de peregrinos buscamos el dormitorio para extranjeros y al final alguien tuvo la diligencia de llevarnos hasta la puerta. Eran las 6h y estábamos agotados, pero lo primero era necesario quitarnos el polvo del camino.
En vez de esperar el turno en el único
baño del barracón de extranjeros, me vi en un baño común con el
resto de las mujeres donde los retretes eran europeos para mi
desconcierto. En la zona de duchas me tuve que bañar en camiseta y
braguitas para luego acabar desnudándome y poniéndome ropas secas
delante del grupo de mujeres. Todas me miraban y me hacían
comentarios sobre la mejor posición de poner la cabeza bajo el
grifo.
Tras la extraña ducha refrescante,
decidí irme a desayunar. Rory se despertó justo a tiempo. El
desayunó fue una experiencia de lo más interesante. Recoger las
bandejas, cucharas y cuencos; ser empujados por el resto
apremiándonos a subir las escaleras; sentarnos en esa sala enorme en
unas esterillas larguísimas; la manera de servirnos la comida entre
cientos de peregrinos; comer esos manjares punjabis; hacer la cola
para devolver los platos y como se los pasaban unos a otros con un
estridente choque metálico al vaciarlos en el cubo; la musicalidad de
la zona de los lavanderos de platos. ¡Alucinante! El hombre que
organizaba los platos para enviarlos a lavar estaba cual bebé lleno
de papilla, restos de comida del dal (lentejas) en la ropa y las
barbas pero sin ninguna expresión de disgusto en el rostro.
De vuelta en el dormitorio común cambiamos nuestras cosas de lugar, buscando un lugar con algo más de tranquilidad que el dormitorio de la entrada. Salimos a contemplar la lluvia caer en el templo dorado desde los arcos que rodeaban el lago sagrado. Los hombres se metían en el agua a recitar sus rezos.
A las 10h decidimos ir a visitar el templo dorado. Tardaríamos 1h30 en acceder al templo dorado, empezamos a acusar el cansancio de las 24h de transporte y el poco descanso de la semana precedente. Rodeados de Shiks entramos en el templo, para maravillarnos por sus escrituras doradas, su decoración en forma de flores, el grupo de música que tocaba esas canciones, los grandes libros que eran constantemente recitados, por el ambiente sagrado y respetuoso de la zona, por los peregrinos sentados rezando... un auténtico ambiente de culto.
Decidimos irnos a echarnos una siesta tras la visita, realmente nuestros cuerpos no podían más. Al llegar al dormitorio un chico nos dio información errónea acerca del cambio de guardia en la frontera entre India y Pakistán. Cogimos las escasas fuerzas que nos quedaban para lanzarnos a la calle y darnos cuenta que hubiésemos podido hacer una siesta.
Anduvimos por las calles de Amritsar buscando primero chai y luego algo de comer, cual dos zombies hasta que la comida nos dio nueva energía. Sobre las 15h estábamos en la la calle principal de acceso al templo y a las 15h30 con el pasaporte en la mano nos subimos aun taxi que nos llevó al borde.
Atontada de la corta siesta me vi de nuevo en una cola enorme de indios para poder acceder a las gradas. Las mujeres por un lado, los hombres por otro, aunque creo que los VIP (entre los que se cuentan los extranjeros) tienen otra cola a parte. Junto a las mujeres accedí al recinto, hasta meterme en la zona VIP y me senté a esperar a Rory pues la cola de hombres era muchísimo más larga que el de las mujeres.
Desde mi punto de vista lo mejor del espectáculo fue cuando las mujeres y niños corrían con las banderas de India hasta las puertas de la frontera, o cuando pusieron 3 canciones hindis que hicieron bailar a un centenar de indias sin discriminar entre edades, parecía toda una rave formato hindi... y de repente sonó el Aiho de Slumdog Millionaire y yo también bailé un poco.
A las 18h30 un grito de formación
cortó la música y los soldados con crestas de pollo empezaron su
numerito. Daban una patada enérgica con la que se rozaban casi la
punta de la nariz, marchaban increíblemente rápido y taconeaban al
parar. Se pavoneaban con un sentido que no llegué a captar, pero a
veces ponían caras a la zona de Pakistán y levantaban puños. La
gente y el animador gritaban que Indi-stan son una sola nación.
De vuelta en el Golden Temple, cenamos mientras un par de chiquillos empezaron a charlar con nosotros, no conoceríamos a sus padres (si los tenían). Tras la alegre cena, invitamos a los niños a andar con nosotros alrededor del templo y de repente tuvimos una horda de admiradores siguiéndonos. Nos hicimos un centenar de fotos con los niños y gente que no conocíamos de nada en frente del templo, para acabar cansados y deseando quedarnos solos.
Puedo realmente decir que el templo
parecía emanar una halo mágico con sus luces nocturnas, me dio
muchísima pena no poder hacerle cientos de fotos desde todos los
ángulos pues entonces si parábamos de andar o sacábamos la cámara
la turba nos rodeaba.
Una ducha antes de ir a la cama era necesaria, pues en algún punto del día dejó de llover y las nubes se fueron despejando hasta hacernos sudar sofocados durante la ceremonia del cambio de guardia. De vuelta a las duchas comunes, mucho más limpias que la de extranjeros, conseguí una cabina de ducha privada. Me sentó estupendamente bien y me dio fuerzas para charlar un rato con Rory antes de acostarnos tras el chai nocturno y el repaso de las fotos del día.
El martes 9, no sonó el despertador y
con horror vi que había dormido mucho más de lo previsto. Rory no
encontraba las llaves de mi candado, así que mientras lo serraban yo
fui a la oficina de renfe (lado derecho del acceso principal del
templo) e intenté conseguir los asientos de emergencia del tren a
Delhi, por supuesto ya se habían agotado.
De vuelta al cuarto Rory había
conseguido acceder a nuestro equipaje, desayunamos y yo me fui a
darme mi baño en el lago sagrado de las orillas del templo dorado.
En ese habitáculo especial para mujeres, me desnudé y con las
braguitas bajé los escalones que me acercaban a las aguas sagradas.
Salí y al irme a secar, las mujeres me dijeron que no. Me puse mis
ropas y anduve al dormitorio sintiéndome realmente purificada en esas
aguas turbias.
Hice la mochila, di mi donación y fui
al punto de internet. A las 11h el autobús gratuito que va a la
estación de trenes llegó. La gente se agolpaba en la puerta sin
permitir bajar a la gente que primero debía salir. Vi a unos shiks
que subían por la puerta del conductor y tras un intercambio de
signos la tez de mi piel, mi procedencia extranjera y mi dulce
sonrisa, me ganaron una invitación a subir por esa puerta en vez de
tener que empujar entre ancianos.
Empezó a llover a mares y al llegar a la estación ya había un charco que alcanzaba más allá de los tobillos. Sin saber la hora, Rory buscó un par de asientos individuales en general y yo fui a comprar los tickets. Sintiéndonos super afortunados a las 11h55 abandonamos Amritsar.
Empezó a llover a mares y al llegar a la estación ya había un charco que alcanzaba más allá de los tobillos. Sin saber la hora, Rory buscó un par de asientos individuales en general y yo fui a comprar los tickets. Sintiéndonos super afortunados a las 11h55 abandonamos Amritsar.
SUNKINDARKNESS