Domingo, 14/07/2013
Llegué a Khajuraho sin haber dormido
apenas, el viaje inminente a España me sobre-excitaba. Rory y yo
cogimos un autorickshaw compartido hasta la estación de autobuses y
tomándonos unos chais esperamos a que abrieran la taquilla de
billetes de tren.
Comprar el tren a Varanasi para Rory
fue sencillo, en cambio el de mi vuelta a Delhi sería una
transacción ardua. Pasé dos horas en frente de la ventanilla, y a
las 10h abrieron la cuota de Taktal, billetes de emergencia, tuve
suerte de ser mujer y que los indios respetasen mi feminidad y no me
empujasen. Tras que cogiera el tipo de la ventanilla la
documentación de 7 personas, se decidió por coger la mía. Obtuve
un billete de waiting list con número 3 para el tren a Delhi.
Mientras yo hacía la cola para
conseguir mi billete, Rory ya había encontrado un cuartito para los
dos en un sitio decente, a las 11h por fin podía dejar las cosas en
el cuarto y a las 12h estábamos en el Monalisa comiendo (nada
especial).
Volveríamos al cuarto pues Rory se
sentía enfermo y yo me sentía asquerosamente sucia. Sobre las 16h
tras discutir con Rory porque me había dejado encerrada en el cuarto
provocando que tuviera que pensar y así discurrir salir por la
ventana, fuimos a visitar el complejo de templos del este.
Los templos del este no me dijeron
absolutamente nada, es cierto que resultan bonitos de lejos rodeados
de los pastos verdes que provoca el monzón, pero quizás andaba
esperando un poco más de sexualidad y no tanto erotismo de figuras
con pechos redondeados y enormes.
El paseo por el antiguo Khajuraho
resultó ser bonito y darme flashbacks de Bathalapalli, los niños
jugaban al cricket o en las fuentes mojándose unos a otros.
Fuimos al hotel a coger el ordenador y
a buscar un restaurante con internet y así dimos con un restaurante
que está justo enfrente del complejo de templos del centro de
Khajuraho y que tiene una vidriera enorme de cristal. Cenamos en un
pequeño templete de paredes verdes con ventilador y nos sentimos por
primera vez a gusto en la zona.
El domingo nos levantamos bastante tarde, estábamos agotados y no tuve la necesidad de hacer sobre esfuerzos con Rory medio enfermo y yo sin energía. Hicimos el check out, guardamos las mochilas en recepción y de camino al centro me crucé por azar con Mathieu, el chico francés que conocí en el viaje por Ladakh.
El domingo nos levantamos bastante tarde, estábamos agotados y no tuve la necesidad de hacer sobre esfuerzos con Rory medio enfermo y yo sin energía. Hicimos el check out, guardamos las mochilas en recepción y de camino al centro me crucé por azar con Mathieu, el chico francés que conocí en el viaje por Ladakh.
Desayunamos/comimos en nuestro
restaurante favorito y a las 13h estábamos yendo justo en frente a
visitar esos templos con figuras explicitas de extrañas posiciones
sexuales, yo ya pensaba que no íbamos a ver de eso sino sólo el
erotismo inherente e ver pechos enormes redondos y ombligos
avolcanados, me equivoqué.
En el sentido de las agujas del reloj
fuimos visitando uno a uno los templos inmersos en una lluvia
intermitente que mojaba unos segundos las piedras y eran secadas con
la misma rapidez por el sol.
Vimos ciertas piedras talladas muy
especificas que hacían a uno ruborizarse y otras mucho más
modestas.
Tras la visita fuimos de nuevo al
restaurante a merendar unos deliciosos pancakes con banana &
chocolate y a las 17h estaba en un autobús yendo a la estación de
trenes. Sólo los dos primeros tickets
fueron confirmados y me vi sin sleeper para el viaje a Delhi y teniendo que dormir en el suelo del tren con cucarachas trepándome por las piernas.
SUNKINDARKNESS