domingo, 25 de marzo de 2012

El retorno a Hampi


Domingo, 25/03/2012

Llegamos a Hampi después de 10 terribles horas de viaje. Las primeras 4h30 pasaron volando, pero aún así las últimas se me hicieron increíblemente largas.

En el guest house de siempre nada más llegar nos indicaron cual era nuestra habitación. Amanda e Eider tenían las llaves, así que tras despertarlas de la siesta y de unos merecidos abrazos polvorientos, nos duchamos y quedamos en el lounge bar para tomarnos unas birras y ponernos al día. Pasaron las horas, intercambiamos anécdotas, la cerveza corría como si no hubiese mañana... ¡volviamos a estar como queríamos!


Al día siguiente desayunamos pausadamente, alquilamos unos motos y de cabeza al lago. Disfrutamos del sol, del agua, de los bocatas de tortilla... pero faltaban las cervezas, así que expedición de Zipi y mía al bar más cercano, y por fin pudimos tomarnos unas cervezas tibias rodeados de indios en uno de mis lugares favoritos de Hampi.



Duchas por la tarde, cervezas y cenita, acompañadas por unas cuantas horas de wifi gratis. Nuevo descubrimiento: Sizzler. ¡Es quesito!

El miércoles de nuevo cabalgamos nuestras motillos vietnamitas, chapuzón en el lago  para quitarnos el calor, un cartel avisa de que hay cocodrilos en él, y paseo por los pueblos vecinos. Comimos unas dosas en un puestecillo lleno de moscas al lado de la carretera (pagamos entre los cuatro lo que nos cuesta un zumo en Hampi).

Tras pasar a reserva decidimos volver a Hampi y relajarnos jugando al chinchón. Paseo por la zona de escalada contemplando los arrozales y por las tiendecitas. Cenita relajada.



Al día siguiente, mientras las niñas y Zipi recibian una clase de yembe, yo disfruté de algo de tiempo para mí misma. Luego cruzamos a la orilla sagrada y nos dimos un paseo por las tiendecitas para acabar comprando kilos y kilos de cosas inútiles que deberemos andar cargando en nuestras ya de por si pesadas mochilas. Por la noche disfrutamos del chillout mientras componíamos una canción para nuestros amiguetes que llegarían al día siguiente.

El viernes me levanté más nerviosa que un perrillo a la llegada de su dueño. Mis amiguetes del voluntariado llegaban en unas horas, los esperamos tranquilamente en el chillout del Funcky Monkey y al verles llegar me lancé a los brazos de casi todos ellos. Enric andaba pachucho, así que le abracé con delicadeza.

Pasamos el día entre risas de chillout en chillout, de zumo de limón en zumo de limón, almacenando energía para el día siguiente que prometía ser intenso.

Nos levantamos, alquilamos unas motos las cuales tuvimos que cambiar la mitad pues estaban o pinchadas o rotas, desayunamos, encargamos algo de comida y nos dirigimos a Alegundi a la fiesta del color.


Nos tiramos polvos de tinte unos a otros, para terminar todos como picasos de colores fríos y cálidos. Cogimos de nuevo las motos y todo el mundo que se nos cruzaba flipaba en colores por nuestras tonalidades. Al lago y baño, los colores no desaparecían... terminamos el día tirados en el chillout como siempre riéndonos.



El domingo por la mañana para ir a escalar, mas Zipi cayó enfermo y me quedé preparando el equipaje con él.


Cruzamos a la orilla sagrada, comimos tranquilamente con todos y cogimos el rickshaw que nos conduciría a Hospet para empezar nuestro viaje al norte.


SUNKINDARKNESS