domingo, 16 de noviembre de 2014

Dejándome llevar por Nicaragua

Domingo, 16/11/2014

Tratando de llevar atrás mi memoria, me doy cuenta de que este comienzo de viaje no es tan diferente de otros. Me siento exhausta, agotada. La pregunta clásica a está alturas es, ¿me estoy haciendo mayor? La respuesta es: hace dos años, al emprender mi largo viaje por Asia, estaba bajo las mismas condiciones. Apenas puede alimentarme ese primer día.


La vida me sonríe, como siempre. Desde el capitán de barcos mercantes, que estaba sentado a mi lado de Madrid a Panama; hasta la mujer del avión de Panama a Managua, que tan amablemente se preocupo al verme andar sola y trató de darme toda la información necesaria para mantenerme a salvo; como aquellos 4 chicos de Coruña, que me ofrecieron su transporte del aeropuerto a Granada; a el conductor de la van a Granada, que me acompañó a varios hostales hasta encontrar plaza en uno; a ese niño con tanta coba en el mercado, que me hizo sentirme tan a gusto que me quedé dos horas sentada haciendo mis pulseras; aquel muchacho de la ferretería que me llevaría a visitar la ciudad y los alrededores del lago desde su furgoneta mientras caía un chubasco de miedo. Valentín fue el mayor descubrimiento de todos, un gran corazón, un gran amigo y un perfecto guía.

Agotada, mas feliz.


El hostal Las Mochilas me acogió en mi segunda noche y me dio esa primera amistad de viaje, Gemma. Nos miramos y al segundo ya estábamos charlando. Me da la sensación de que al andar sola viajando soy yo quien provoca esas conversaciones, quien las busca. Esta vez no sé muy bien si fue así, andaba buscando tranquilidad, incluso soledad. Sea como fuere, yo al limite de mis energías y Gemma emocionalmente exhausta encajamos sin más.


Fuimos a dar un paseo por alguna de las zonas que yo aún no conocía de Granada, aventurándonos por barrios casi marginales y al fin llegando al Paseo del Lago. Se puso a llover, a jarrazo limpio. En mi vida había estado debajo de tanta lluvia, el diluvio universal bien podría ser aquello. Los lugareños continuaban pidiendo sus helados y lamiéndolos a gusto. ¿No se suponía que la época de lluvias tocaba a su fin? No quise creer que aquello duraría hasta Enero y que me había equivocado de fecha en visitar el lugar.


Tras un buen rato tratando de mantenernos a resguardo y ya completamente caladas, decidimos ponernos en marcha hacia el hostal. La pobre Gemma iba tapándose los pechos, la camiseta se le transparentaba y los muchachos trataban de mirar con vista de rayos x.


Cenamos en el hostal y nos dispusimos a contarnos nuestras vidas tomándonos unas latas de cerveza Toña,.Valentín, el perfecto galán Nicaragueño, vendría al rescate a sacarnos a dar una vuelta y a hacernos disfrutar de la noche Granadina. Unas Victoria en la calle principal y una conversación enriquecedora son los recuerdos que guardo de aquella noche.

SUNKINDARKNESS