domingo, 23 de noviembre de 2014

Ometepe

Domingo, 23/11/2014

Llevaba un par de días en Granada apenas sin energía por el trabajo, agotada de tanto calor y con un yetlag terrible. Pensé qué si realmente quería descansar porqué no hacerlo en aquella isla de la que tanto había oído hablar. En Granada las fuerzas mermaban cada vez más.

Cogí el autobús a Rivas y en San Jorge el ferry. Qué increíble fue ver la isla de Ometepe por primera vez, qué increíble ver dos volcanes cuando sólo esperaba uno, qué increíble es no tener ni idea de a dónde vas… y llegar al paraíso.


Durante la travesía en ferry estuve hablando con varios locales, para tener información sobre mi próximo destino. Al llegar agarré el bus que iba de Moyogalpa a Altagracia, en Quino bajé. Al ser un día de fiesta, ya no había autobuses, y encima, se había hecho de noche. ¡En Nicaragua de noche en mitad de ningún lugar?

La vida me sonríe. Había conocido a un local en el autobús que iba en dirección hacia donde yo pensaba ir, así que decidí seguir con él hasta mi destino. De nuevo dejándome llevar. Unos 8Km más tarde, harta de la mochila, de los mosquitos y de las rozaduras, me daría por rendida y acabaría en el Hostal Istían. No había camas en el dormitorio principal, pero jugando ‘el comodín’ conseguí un dormitorio. Estaba completamente nuevo, dormiría 2 noches a un precio ridículo. La vida me sonríe.


Por fin ‘la grosse matine’, dormí hasta las 11h y me sentía casi recuperada. Salí a correr a las horas de más calor, pero no importaba. Estaba como quería, donde quería. La gente miraba desde sus casuchas a esa chica blanquita con sus pantaloncitos rojos que corría escuchando música. Fue una bonita manera de recorrerme la zona de la isla del volcán Maderas. Terminé haciendo mi tanda de flexiones y abdominales encima del techo del barco oxidado de la playa. Desayuno en el porche, lectura ligera (La transformación de Frank Kafka), iniciación a la pintura, cariocas, música de la buena, visitas de la gente local… A eso yo le llamó un perfecto comienzo de las vacaciones -aunque lloviese de tanto en cuando. El atardecer, como todos en la isla fue magnífico y la cena estuvo aderezada con mosquitas.


Las malas comunicaciones hicieron que tuviera que interrumpir radicalmente mi descanso para ir hasta Mérida. Cuando el sol estaba en su cénit, conseguí que alguien se apiadase de mí. Un hombre que aparentaba los 40 y tenía 70, me llevó cargada hasta los topes en moto por esas semi carreteruchas. El reencuentro con Gemma, mi compañera de aventuras fue de lo más curioso.


Dimos un paseo entre aldeas y chozas, una televisión de tubo en mitad de ningún lugar cubierta por un techo  de hojas de palmera, la lluvia cayendo de todas direcciones según soplaba el viento.


Esa playa y la isla de los monos. Qué apacible todo. Ese atardecer en el muelle y las nubes. Apena no haber tenido más que una mísera tarde para estar en Mérida, no pudimos ir a la cascada de San Ramón.


Cenamos bastante pronto, pero parecía muy tarde. Una “Paris Hilton” dormía en nuestro dormitorio y tuvimos el morro de dejarla sin ventilador. Lo peor fue que a las 4h se lo pusimos de nuevo y hacía un frío que pelaba, pero un trato es un trato, ¿no?


Objetivo 29, día 20 de Noviembre de 2014, ascensión al volcán Maderas. 

Nos levantamos a las 4h30, para coger el autobús de las 5h. Entre niños, con la canción de Titanic de fondo, viendo el paisaje pasar de la oscuridad total, al gris y al naranja.

A las 6h30 salimos del hotel y nos dirigimos hacia la base del volcán para iniciar la subida, allí encontraríamos a un guía -él nuestro nos dejó plantadas. La motivación no falta a uno cuando está descansado, pero poco a poco la energía baja, las piernas se cansan de la constante subida, las rodillas y los gemelos duelen, la mente empieza a pensar: - por qué carajo una es tan estúpida con lo bien que se está sentada en el sofá de casa.



Objetivo 29, dejar los 29 haciendo algo increíble. Increíble fue subir 4h, increíble fue bajar 4h, increíble fue estar 8h debajo del agua. Increíble las cascadas de barro a la ascensión, increíbles los ríos de lodo a la bajada, increíbles el peso de los pies transportando los sedimentos de la base al cráter y del cráter a la base. Increíble naturaleza: viva, muerta. Increíble sensación de soledad al quedarse atrás -deseando compañía, increíble presión por mantener el ritmo del grupo -deseando quedarse sola. Increíble flexibilidad de movimientos para evitar la caída. ¡Increíble comunión con la naturaleza en estado puro!

Ese estiramiento a la llegada que seguro me salvo de las agujetas. Esa ducha cuando una no puede estar más mojada. Ese frotar ropas, zapatillas, para quitar el barro. Ese pretender que la ropa se sequé con tanta humedad.

Objetivo 30, día 21 de noviembre de 2014, ojo de agua. 

Desistimos de nuestro intento de andar entre tanto mosquito. Con el cuerpo completamente fuera del autobús, y agarradas sólo por la fuerza de la voluntad, llegamos al Ojo de Agua. No había nadie a la llegada, incluso daba pena irrumpir las preciosas aguas turquesa.

Día de refrigerio, descanso. Sol y agua, pereza y actividad. Día perfecto, disfrutando ‘a tope’ de la vida.



Dejaríamos la zona de la depresión de la isla para acercarnos más a su otro extremo, Concepción. Al llegar a Moyogalpa fue sorprendente encontrar en nuestro hostal a una niñita que cumplía años ese mismo día. Tuve mi pedazo de pastel y algunos regalos en forma de chuchería.

Me gustó estar en Moyogalpa, el supermercado, las tiendas, el puerto, el parque con su pirámide maya. De estar en plena naturaleza a volver a lo artificial, y sin embargo no fue un cambio tan drástico.



Esa cena de pasta con salsa de ¿queso?, las cervezas con clamato y la pequeña velita dando ambiente en mitad del apagón.

Objetivo 30+1, día 22 de noviembre de 2014, concepción. 

En la ascensión de Concepción estaba harta. La naturaleza no era tan increíble como en maderas y el terreno de sedimentos era mucho más inestable. Un paso de ascensión era el equivalente a ¾. Encima los chicos estaban aún más en forma y yo me quedaba muchísimo más atrás. Mi mente rompió mucho antes que el cuerpo.



Sin embargo, llegamos a los 1000m en un santiamén. Hacia un viento increíble y la visibilidad era nula. De hecho, creo que hubiese seguido ascendiendo si hubiésemos podido, pero sólo por coleccionismo, no por estar disfrutándolo. Cuando empezó a llover y el guía estaba tiritando tanto que decidió empezar el descenso, me sentí TAN contenta.



Recorrer las faldas del volcán cruzando ríos de lava seca, viendo las zonas de derrumbe, sus estratos. Recogiendo piedrecitas aquí y allí. Casi en la base, paramos unos 40min en un claro de la selva donde pudimos estar rodeados de monos aulladores, increíbles aullidos. ¡Hicieron pis y caca delante de nuestros!

Una bien merecida cena por la noche y la genial compañía del grupo. La despedida pues cada uno iría al día siguiente por su lado.


SUNKINDARKNESS