martes, 2 de julio de 2013

Leh

Martes, 02/06/2013

A la llegada a Leh estaba agotada y el grupo en general también. Barajé la posibilidad de irme con los chicos que había conocido durante el viaje o seguir con los argentinos. Decidí ir con los argentinos a pesar de que encontrar un cuarto individual se me antojaba bastante difícil.


Llegamos al centro en taxi y ahí nos separamos, Gaston y Daniela fueron a un hotel que les habían recomendado para acabar volviendo con nosotros ya que no lo encontraron de su agrado. Mientras Aldana y yo nos habíamos pateado todas las GH de la zona hasta encontrar una pasable para una noche donde acabaríamos durmiendo Dora, Aldana y yo juntas en unas camas bastante pequeñas. Me tocó dormir en el medio de las dos camitas.

El miércoles tras la bien merecida lavada de cueros cabelludos llenos del polvo de los dos días de viaje por la región de Ladakh, fuimos a desayunar y a buscar un nuevo lugar para dormir los siguientes días.
 

Anduvimos por toda nuestra calle, visitamos una decena de GH que no estaban mal, pero tuvimos una suerte tremenda al entrar en un hotelazo con preciosos desorbitantes y conseguimos una super habitación por un precio de risa.

Dejamos a Dora en la habitación del hotel y nos fuimos Aldana y yo a recoger las mochilas que habíamos dejado en el cuarto de Gaston y Daniela. Charlamos un ratito con ellos y nos fuimos a disfrutar de una tarde relajada en nuestro hotel de 5 estrellas a precio de GH.


Comimos en la terraza del hotel algo de pan con tomate y queso que teníamos del viaje y pasamos la tarde estupefactas mirando las preciosas vistas de las montañas.

Sobre las 19h decidimos salir a dar una vuelta por el centro de Leh, los burros habían tomado las calles. Acabaríamos primero tomándonos un Yoghi The (cardamomo, menta y clavo), y luego yendo a cenar a Il-Forno donde contemplaríamos como la luz de la luna dibujaba la silueta de las montañas que la ocultaban para luego poco a poco ir viéndola salir. ¡Un amanecer lunar!


A la mañana siguiente, nos levantamos tarde desayunamos en la terraza del hotel y contemplando el paisaje decidiríamos irnos a dar una vuelta por esa zona campestre.


Anduvimos entre casitas con nuevas construcciones y huertos, cruzándonos con vacas, terneros y perros.

Al pasar por delante de una escuela sus profesoras nos invitaron a entrar y pasamos 30min charlando con ellas.


Tras el agradable paseo por la zona más rural de Leh, o quizás sus afueras, llegamos al centro donde nos encontramos con Daniela y Gaston. Daniela se encontraba muy triste por la muerte de su abuela y Gaston seguía con mucha fiebre, así pues acompañé a Daniela a nuestro hotel y allí le pregunté al manager si podrían hacerles el favor de concederles una habitación al mismo precio que el nuestro dada su situación. Es un tipo genial.


Aldana, Dora y yo seguimos con la exploración del centro de Leh tras la comida. Fuimos al mercado de refugiados de precios exorbitantes, para luego ir a la farmacia a comprar algodón, y de ahí seguimos una de las Main Bazar menos transitadas. Llegaríamos hasta la zona donde se venden dátiles y ahí empezaríamos nuestra exploración por el bello casco antiguo.


Anduvimos por unas callecitas pequeñas hasta llegar a un gran estadio de fútbol desde donde se podía contemplar de lujo el palacio real. Nos quedamos anonadadas con el paisaje.

Empezó a lloviznar, así que volvimos a las callejuelas para irnos topando en cada rincón con templecitos con Om mani padme hum, los rodillos giratorios típicos tibetanos.

Las callejuelas daban a paisajes de ensueño dignos de Ávila o incluso mejores. En una de las calles me encontré con una chica australiana con la que había empezado a hacer los Annapurnas, charlamos acerca de todo y nada.


Al acabar nuestro recorrido del casco antiguo cerca de la mezquita principal, vimos un puesto de curd y compramos yogurt y queso fresco para el desayuno del día siguiente. Necesitábamos pan para el día siguiente, así pues fuimos al Dolphine a tomarnos unos tés y a comprar nuestro delicioso pan. También pararíamos en la frutería de camino al hotel.


Pasamos una tarde tranquila en el hotel y más tarde tras las duchas nos preparamos para salir a cenar en el restaurante Gesmo. Cenamos unos deliciosos momos de patata con queso y thukpa de vegetales (sopa con nudels).

El viernes amanecimos con el delicioso desayuno: pan con queso fresco y miel, yogurt con plátano y miel y tés para la europeo o mates para las argentinas.


Anduvimos desde nuestro hotelito en Leh hasta Changspa, resultó ser un lugar mucho más lleno de vida que la zona donde Aldana, Dora y yo andábamos durmiendo.

Andando por la calle principal de Changspa nos encontramos con absolutamente todos los compañeros con los que viajemos desde Manali. Quedamos con ellos para comer.



Al final de Chamgspa encontramos las escaleras que ascienden a Shanti Stupa. Poco a poco y respirando por la boca alcanzamos una de las cotas más altas de los alrededores de Leh.

La preciosa stupa blanca se alzaba majestuosa en el valle. Sus motivos budistas de colores vivos reclamaban la atención.

Tras recorrer la stupa dando tres vueltas de reloj a su alrededor, emprendimos la bajada para encontrarnos con el resto del grupo.

Comimos en una preciosa terraza (Café Jeevan) una deliciosa ensalada de pasta adornada con mariposas de zanahoria. La charla fue super amena y dio tiempo más que de sobra a ponernos al día unos a otros y compartir planes por si acaso alguno quería apuntarse.

Tras la comida, fuimos al centro de Leh a tomarnos unos sweet lassis enfrente de una de las mezquitas principales con todos los hombres mirándome por llevar pantaloncitos cortos. Al final formaron un corro tan grande que tuve que huir.



Pasamos por el casco antiguo y fuimos ascendiendo por callejuelas adornadas de oraciones tibetanas hasta el Palacio del Rey de Ladakh. Dentro había una exposición no muy interesante al parecer, así pues seguimos ascendiendo hasta la Gompa.

Tardaríamos unos 15min en llegar a la cima por esos senderos sinuosos. Paramos en una zona de piedras a contemplar la puesta de sol, mas no fue nada especial. 

Tras la puesta de sol visitamos la Namgyal Tsemo Gompa lo único que cabe destacar del lugar es su budha y su antigüedad.

Descendimos de nuevo al palacio para acabar visitando la Soma Gompa que llamaría nuestra atención por ser un claro ejemplo de arquitectura tibetana.

Agotada tras el día y llena de polvo, me di una ducha y sin ganas salí a cenar con el grupo argentino.

El sábado tras el agradable desayuno hablé con el manager del hotel y me dejó la habitación el hotel a un precio de risa, con la única condición de que fuésemos amigos. Aclaré que era para mi la amistad y como ambos estábamos de acuerdo en conversar un rato cada día me quedé en mi hotel de 4 estrellas por 4€ diarios.


Fui de paseo con Dora y Aldana sin ningún objetivo concreto y al final acabamos entrando en aquella tienda de alfombras que tanto nos había llamado la atención durante los días anteriores. Los dueños aburridos y sabiendo que no íbamos a comprar nada nos sacaron una cantidad de obras de arte sólo para que admirásemos los dibujos.

Seguimos camino al centro y entramos en un templo del que no habíamos reparado hasta entonces. La verdad es que resulto ser un oasis dentro del caos del Main Bazar de Leh.


De ahí anduvimos hasta Changspa para comer en Café Jeevan, el mismo restaurante del día anterior y como me sentía agotada del empacho a sol del día anterior, fui al hotel tras la comida con la intención de resguardarme. Acabé viendo todas las carreras de MotoGP que tenía descargadas y pendientes para rematar la jugada viendo el Gran Prix de Assen en directo.

El domingo me levanté temprano para alquilar una motillo e irme a disfrutar del desierto.


A la salida de Leh recogí a una mujer y la dejé en una de tantas bases militares de las inmediaciones de Leh. Da miedo pensar el poder militar que aparentan tener en la región.

Seguí por el valle del río Indo hasta cerca de Nimo donde pude contemplar como el Indo y el Zanskar se unían en uno sólo.


Algún kilómetro antes de Nimo recogí a un hombre que andaba por la carretera, al pasar por el pueblo me hizo pararme y compró 3 bananas regalándome una. Juntos seguimos camino hasta Basgo.

Basgo resultó ser un pueblecito de lo más encantador, el más bonito cerca de Leh. Los tonos de colores de las multiformes rocas de las inmediaciones variaba entre rojizo y morado. Un espectáculo con sus casitas hechas de ladrillos de adobe al lado de esas zonas rocosas y todo ello rodeado del verdor propio de los pueblos del valle del Indo.


Subí el puerto de Basgo y llegué a un fantasmal desierto. En él vi un templo no muy llamativo con decenas de coches aparcados en las inmediaciones, parece ser que era un sitio de peregrinación musulmana.

De camino a Alchi adelante a una pequeña furgoneta Tata donde iba un niño que me señalaba. Deceleré la velocidad y me puse a la par. Chocamos los cinco, el chavalillo de no más de 6 años sonreía que daba gusto.


Pasé el pueblecito de Saspol. Saspol tenía muchísima vida, mujeres (viejas o jóvenes) vestían al estilo Ladakhi.

Crucé el río por un puente lleno de oraciones donde soplaba el viento y las hacía bailar. Para acabar subiendo un pequeño puerto donde recogí a otra chica y la llevé hasta la entrada de Alchi.


El monasterio de Alchi es el más antiguo de la región y aunque no es tan llamativo como aquellos otros que se encuentran cual fortalezas encima de montañas, resultó ser bastante interesante por su antigüedad y las pinturas de sus muros. Sin embargo, no lo recomendaría a menos que a uno le apetezca conducir y lo de menos sea el monasterio.

De vuelta hacía Leh, me paré a hacer alguna foto más del valle del Indo, increíblemente verde en una zona tan desértica.


Unos 4Km antes de llegar a Leh me desvié al monasterio de Spituk. Me encantó la cantidad de oraciones que había en su cima y como revoloteaban por el viento. Fue alucinante pasar por en medio.

En la sala de culto, había unas preciosas máscaras típicas de la danza tibetana.


La tarde la pasaría agotada en la habitación viendo la Formula1 y disfrutando como una enana. Por la noche fui hasta Changspa a ver a los chicos de mi viaje por Ladakh. Cené con ellos en su GH un rico tali y tras un par de tés hice autostop hasta mi hotel.

El día 1 de Julio, lunes, alquilé de nuevo una moto esta vez con Gaston y Daniela. Juntos iríamos dirección sur a visitar monasterios.


Cogimos las motos y fuimos dirección Manali. Al pasar por enfrente del palacio de Shey no pudimos evitar parar a hacer algunas fotos.

De Shey iríamos casi directos a Hemis, cruzando el río después de Karu. Nada más llegar tuvimos que comer pues estábamos famélicos. Tras la sencilla comida, nos colamos al patio central del monasterio. Era la hora de la comida de los monjes, así pues todas las salas estaban cerradas a cal y canto, sin embargo pudimos recorrer las escaleras, tejados, pasillos, cocinas, ... un auténtico sueño.

A las 14h reabrieron las capillas, así pues recorrimos un par de salas y decidimos seguir camino, pues se nos hacía tarde.
 
Hemis resultó ser un pueblecito con un monasterio grande en reconstrucción que armonizaba completamente con el ambiente rocoso de su parte trasera y la verde de su valle.



De Hemis fuimos directos a Stok por una carretera secundaria muy entretenida con tanto riachuelo, no pudimos evitar mojarnos los pies

Cogimos el desvío sin señalizar de la izquierda para ir a Stok y fue entonces cuando las motos empezaron a renquear, pues se habían chupado ya casi toda la gasolina.

Stok resultó ser un bonito palacio con un pequeño museo en su interior. Nada espectacular, pero con una bella cocina.

De Stok bajamos a una gasolinera cercana a Leh sin abrir el puño de gas, aprovechando la cuesta a abajo. Y tras dar de beber a las motillos, fuimos de nuevo a Thiksey pues en la ida no habíamos parado a visitarlo, pensando que a la vuelta lo haríamos.

El monasterio era de ensueño. Desde su exterior cortaba el aliento con las casitas alrededor de la montaña, pero su patio interior completamente restaurado también era increible. Su situación con las montañas nevadas de fondo, otras sin nieve, el río y el valle a un lado desértico a otro verdoso... todo rebosante de espiritualidad.

Las salas del monasterio tampoco se quedaban atrás, aunque donde se alzaba el Maitreya, budha del futuro, era espectacular.



A la vuelta a Leh fui a mi tienda de curd y compré un lassi, yogurt y queso fresco. Dejé la moto y me fui directa al hotel esperando poder descansar un poco.

El martes amanecí agotada, desayuné y me fui a reservar mi billete de autobús para Srinagar. Comería en changspa en el restaurante que tanto nos gustó (Jeesvan) para despedirme de mis amiguetes y así seguir camino a Srinagar.


SUNKINDARKNESS