martes, 25 de junio de 2013

Ladakh

Martes, 25/06/2013

El lunes a las 6h estábamos saliendo de Old Manali hacia Leh, sin embargo el chofer tuvo que revisar una rueda, perdió el móvil, fue a la orilla del río seguramente hacer una visita al señor roca y acabó en un baño con otros 4 chicos fumando algo que olía como hachis. Así pues a las 7h30 aún estábamos a 8Km de Manali, llevábamos 2 chais por barba y por consiguiente Daniela se pilló un rebote del copón.

Tras la discusión con el chofer acerca de si la pareja argentina seguía el viaje o no, al final decidieron no perder los billetes, empezamos el ascenso sinuoso al paso de montaña de Rothang seguidos por una cantidad inimaginable de jeeps, coches, autobuses y motos. Incluso vimos a algún ciclista.


Paramos justo a mitad de camino del paso de montaña, a sacar unos fotos al lado del río. En una roca había un tridente de Shiva donde nos sacamos unas graciosas fotos. En esa misma zona, nos desayunaríamos unas ricas tortillas francesas.

Seguimos ascendiendo por el puerto de montaña entre brumas y atascos hasta llegar a Rothang Pass. Aquello era caótico, había coches aparcados a todos lados sin apenas permitir el paso de los vehículos, miles de indios cruzaban la carretera sin mirar.


Rothang Pass resultó ser una zona de nieve sucia, donde todos los indios llevaban monos de esquí de los años 70. Había trineos de madera, caballos, yaks, quads, motos de nieve y una cantidad de gente infernal.

Descendimos hasta el valle, por una carretera sin asfalto donde nuestro mini bus tenía que de vez en cuando cruzar algunos ríos o cascadas. La cantidad de tráfico era mucho menor y empezamos a adelantar las motos. Resulta que esté año es el décimo año del circuito de Royal Enfield por el Himalaya, así que ver motoristas con sus choppers durante el resto del camino empezó a ponerme los dientes largos.


Pasamos el desvió al valle de Spiti, que viendo las fotos de un amigo debe ser magnifico, y alcanzamos el fondo del valle.

Seguiríamos un rato el río y el paisaje pasaría de laderas grises llenas de pequeñas cantos y algunas enormes rocas, a montañas nevadas y verdes... una maravilla.


Paramos en 2 check points para que los extranjeros presentásemos nuestros pasaportes. En el primero de ellos comimos y en el segundo me tumbé al sol al lado de una preciosa gompa blanca.

Tras una de las paradas donde comí pepino empecé a notar el estómago revuelto y tuve que acabar durmiéndome sólo para poder olvidar las ganas de vomitar... pero cada vez que abría los ojos contemplaba un paisaje irrepetible.


Tras una nueva ascensión y el descenso llegamos a Jispa. Nuestro chofer no recordaba en el lugar donde debíamos pasar noche, así que dio un paseo por el pueblo hasta que le indicaron el lugar donde debíamos alojarnos. La gente empezó a hervir por la situación.

Llegamos a las 17h a nuestro campamento de tiendecitas blancas en Jispa, ya había un grupo de moteros (20 indios y 2 extranjeros). Nos organizaron en tiendas par parejas y yo escogí a un estadounidense guapetón y poco hablador.


Nos ofrecieron un chai en la carpa negra del restaurante y tras asentar el estomago después de tantas curvas, botes, subidas y bajadas fuimos a dar un paseo.

Estábamos en el valle de una preciosa montaña nevada con un río bastante bonito, así pues dejamos la zona del campamento y nos dispusimos a explorar el lugar. Había un precioso riachuelo bordeado de verde y árboles, que llegaba al río, un paraíso en una zona tan desértica.

De vuelta al campamento pasé a ver a Daniela que se encontraba fatal: la altura, el viajecito y los nervios de la discusión con el chofer por la mañana, la dejaron rota.

Cenamos una sabrosa cena al lado del fuego del campamento, conociéndonos unos a otros, acabamos cantando canciones y compartiendo mil anécdotas sobre nuestros viajes.


Tras la cena, era tal el dolor de espalda que tenía que me fui directa a la tienda de campaña. Me costó muchísimo dormirme por la humedad del colchón, aunque se estaba caliente.

El martes empezó el día con la llamada constante de Dora, salí medio atontada de la tienda y empezaron los retortijones. Desayunaría algo que había llevado conmigo al lado de las cenizas del campamento. Escuchaba a la gente nerviosa, unos porque querían el desayunar, otros porque querían empezar el camino y desayunar más tarde. El chofer estaba preocupado por uno de los neumáticos y porque iba con retraso. Yo sólo podía pensar en mi estomago.


Subimos al mini bus y empezamos a ascender por unos caminos serpenteantes, hasta llegar a un hermosísimo lago rodeado de nieve. Quizás uno de los paisajes más bonitos de todo el recorrido. Pedimos al conductor que parara, pero dijo que en la cima pararíamos en otra vista aún más espectacular y ciertamente era asombroso.

Al llegar a la cima, el chofer paró la camioneta y pudimos contemplar un valle nevado impresionante. Alrededor había miles de piedrecitas unas apiladas encima de otras, haciendo del sitio un lugar muy especial. No pude evitar dejar un regalo en la zona.



Seguiríamos el camino circulando entre camiones y motos, algún jeep y otros mini autobuses. Pasamos de nieve a montañas de espectaculares colores tierra mezclados con rosados y con un leve toque de verde en el valle de su base. Una auténtica locura. Las ovejas pastaban tranquilamente en sus alrededores.


Empezamos a pasar carpas de tiendas de campaña, a veces agrupadas en 5 ó 6. Pequeños pueblos nómadas donde la gente lucía la piel negra como el carbón y unas vestimentas de documental.


El chofer nos paró en un pueblecito de carpas azules para que comiesemos a las 10h30. Seguiríamos el camino al lado del río y acabaríamos ascendiendo de nuevo una carretera serpenteante justo cuando comenzó a llover, y a medida que ascendíamos a granizar, y aún a más altura a caer agua nieve.

Llegaríamos a la cima de la montaña y contemplaríamos un precioso arco natural de piedra. El chofer paró para fumarse un shilum con un camionero. Los ánimos se empezaron a calentar. Unos de los chicos del autobús tras 5min le fueron a buscar al camión.


La gente comenzaba cada vez más a sentirse indispuesta: un americano, mareo y sensación de vomito; un indio, dolor de cabeza y acabaría vomitando varias veces por la ventanilla; yo, cagalera; el francés, el suizo, 4 indios, y las dos argentinas, dolor de cabeza; Daniela, se quería morir y Gastón, empezaba a sentirse cada vez peor.

Subimos al autobús y puso la música hindi de nuevo, fue ahí cuando los ánimos se volvieron en contra del conductor. Gastón le quitó la música y se encaró con él, le dijo que condujese más despacio y tranquilo. El conductor paró a los 2min a fumarse un pitillo, menos mal pues el ambiente en el autobús era nefasto.


Llegamos a otro campamento donde haríamos un alto y a partir de ahí el paisaje fue alucinante de nuevo. Una zona de laderas de color arenisca manchado por algunas alucinantes rocas talladas por el viento. ¡Espectacular!

Volveríamos a pasar por zonas de carpas blancas con manzanos, yaks, ovejas y poquísima gente. Las montañas eran maravillosas.


Para rematar el día y por supuesto dejar a la mitad aún más indispuestos por la altura llegamos al segundo paso de montaña más alto del mundo. Taglangla a 5328m, estábamos en la segunda carretera más alta del mundo... y no muy lejos se encontraba la primera. Fue estupendo poder decir que planté también un pino en la zona, aunque creo que nunca florecerá.


Empezamos a bajar y ahí empezó a dolerme la cabeza. A 50Km de Leh empezó la civilización de nuevo, y a las 21h entrabamos en la capital de Ladakh.

SUNKINDARKNESS