viernes, 12 de febrero de 2016

Despidiéndome de Río

Viernes, 12/02/2016

No podía irme sin visitar una fabela, el teleférico de Bon Sucesso facilitaba con bastante seguridad la visita. Fui hasta la quinta y última parada, Las Palmas. Pude admirar la extensión de esas fabelas, quizás tan grande como el centro de Madrid. Ver de cerca esas casas a medio construir en antiguos morros deforestados, apiñadas, amontonadas, con árboles en mitad de su construcción, con depósitos de agua y piscinas en el techo, con niños en las calles con sus cometas, y perros ladrándose entre ellos con tanta inquina que bien podrían ser de pelea, y en medio una carretera o una callejuela donde un perdido autobús circulaba.


Melissa me llevó a despedirme del carnaval en la Cidade de Samba, un amable guardia de seguridad dijo que no había nada que ver y nos cedió el paso. Fuimos asomándonos en los hangares de las diversas escuelas de samba y en alguna de ellas nos permitieron el acceso, viendo preciosas carrozas: cisnes, cangrejos, velociraptores, tiranosaurios, templos egipcios, dragones de hielo, preciosos pájaros de plumas blancas o doradas, de chozas, de moscas, de fantasmas, de aliens, de ratones...


Y es que la sonrisa es tan magnética que sólo puede conceder más sonrisas. Cosas alucinantes pueden pasar. Te llega un chico fortachón y guapetón que te coge de la cintura como si fuese una barbie y te sube a la carroza más barroca de todas, una carroza que quedó en quinta plaza, una carroza de la escuela de samba más reputada: Beija-Flor.


Y como no: paseo de shopping, cenas con amigos, último paseo por la pista ciclista y baño en Ipanema con un chico requete-bueno que te lleva en una tabla de Stand Up Surf a dentro del océano Atlántico sólo para decirte lo linda que eres.


Gracias, mil y una gracias, mi familia brasileña. A mi preciosa hermana Vitoria, por sus sonrisas en ese precarnaval; a la dulce Luisa, tan sensible intentando comprender todo; a la preciosa y nerviosa Aninha, de la que no pude entender nada; a Vivian, por sus sonrisas, por escuchar y hacer el esfuerzo de entender. A Melissa, por ser siempre tan agradable, tan atenta, y risueña. A Filipi, porque todo lo das, porque todos te quieren, por ser el más especial. ¡Te voy a echar tantísimo de menos! A todos y cada una personas que me han sonreído, hablado, mirado, ... y besado.


Río lloraba al despedirme, tal y como en mi fuero interno yo hacía.


SUNKINDARKNESS