martes, 7 de febrero de 2012

Bukkaraya Festival

Martes, 07/02/2012

El día había comenzado con el pie izquierdo, mejor dicho yo empecé con el pie izquierdo. Me queda poco tiempo aquí, tengo muchas cosas que preparar antes de mi partida y me agobia un poco. Hacía calor y me sentía aplatanada, sin energías. Soy consciente de no haber conseguido dejar una huella palpable en el departamento de informática. Por todo ello, estaba perezosa, sin ganas de nada.


Gracias a que Manel consiguió escaparse antes del trabajo y que uno de los doctores con los que trabaja se ofreció amablemente a llevarnos hasta Bukkaraya en su coche, me animé un poco a escapar de la rutina establecida entre Anantapur y Bathalapalli. La conversión amena y ver a unos dromedarios andando por las calles de Anantapur, empezaron a cambiarme la cara larga que llevaba.


El coche nos dejó en la entrada de la ciudad, no podía avanzar más por la cantidad de gente que se agolpaba en la carretera. Rickshaws por todos lados, cañas de azúcar, puestos de pulseras, masas de gente, puesto de comida y bebidas, peluches, molinillos de viento... El ambiente era ya de por si festivo.


Abanzábamos lentamente entre una multitud de gente que nos sonreía, que nos saludaba, que nos preguntaba nuestro nombre, que se reía, que nos daba la mano, que nos tocaba... Poco a poco nos fuimos sumergiendo más y más entre ellos. Era difícil caminar el uno al lado del otro, así que a veces nos separaban decenas de metros y centenas de personas.


Intentamos subir a una azotea para ver porque la gente estaba tan agolpada en ellas, pero desistimos de encontrar un buen lugar para visualizar la panorámica de la fiesta. Al girar la esquina, la calle resulto estar semi-desértica. Avanzamos por ella contemplando que era lo que causaba tanta expectación.


Una magnifica carroza con altura de dos pisos estaba parada a unos metros, y nosotros estábamos rodeados de chavales que nos contemplaban de manera absorta, gritos de "Madame, Madame", risas y miradas... menos mal que Manel estaba a mi espalda, acojona ver a una centena de chicos babeando tan cerca.


La carroza era magnifica, había algunos hombres sobre ella rompiendo cocos y vertiendo el agua de estos sobre la multitud, bendiciendo así a todos. Nos apartaron a los lados para avanzar la carroza, los niños quedaban aplastados entre cuerpos de adultos, pero milagrosamente no hubo heridos.

Salimos del bullicio de la fiesta para internarnos en las callejuelas de Bukkaraya y por fin volver a la carretera principal para coger un rickshaw hacia Anantapur. Durante la espera toda la troupe se agolpó a nuestro alrededor. Me dieron a probar caña de azúcar, que no me hizo demasiada gracia.


Al llegar a Anantapur anduvimos Old Town hasta el barrio musulmán, donde callejeamos en el más absoluto silencio. Otra India completamente diferente a la de Bukkaraya y a la del tráfico infernal de Anatapur. Me llené de paz, cuál batería regeneré mi energía.

Nos subimos al parachoques trasero de una furgoneta y contemplamos la luna, brillaba con intensidad deslumbrante. Con este magnifico final llegamos al campus de Anantapur donde la clase de Taekwondo empezaría en breves instantes.

SUNKINDARKNESS