viernes, 3 de febrero de 2012

Sunk in Bathalapalli


                                         Viernes, 03/02/2012


Bathalapalli se encuentra en un cruce entre la carretera de Chennai y la carretera de Bangalore. Desde la creación del hospital se han abierto en los arcenes de ambas muchos puestecitos: barberías, tailors (costureros), ... Ambas zonas son muy bulliciosas, pero los decibelios que se alcanzan en el cruce son mucho mayores.

Antes de la existencia del hospital, Bathalapalli, éste era un pueblecito pequeño. Hoy en día sigue ahí, sólo que los puestos lo tapan. Dos veces me he sumergido en el corazón de Bathalapalli y han sido dos experiencias maravillosas.


La primera vez fue con Ester en noviembre, se celebraba un festival de música musulmana. En el cruce la vida era normal y corriente, no había signos del festival por ningún lado. Cuando íbamos a volver al hospital, dimos con un chico con un tambor, decidimos seguirle y explorar un poco.


Nos encontramos unas callecitas preciosas y, a medida que profundizábamos más, empezamos a oír los tambores cada vez con mayor intensidad. Al llegar a la plaza vimos agolpados a muchísimas personas, nos pusimos cerca de las mujeres. Nos habían avisado de que los hombres podían ir bebidos y sólo hacía un día que me había pasado lo del autobús, así que estaba reticente a los hombres. Tengo suerte de tener mi estatura, porque al ser los indios bastante bajitos pude disfrutar del espectáculo sin problemas. Se estaban quemando escombros en el centro de la plaza, había un grupo de hombres bailando ritmos trivales y se izaban cuál estandartes figurillas de dioses engalanados con guirnaldas de flores.

La gente estaba encantada con nuestra presencia. El padre de una niña preciosa nos propusó subir a las azoteas para ver el espectáculo desde arriba. No nos lo pensamos dos veces y desde un balcón con su familia disfrutamos del espectáculo. Un poco más tarde, subimos a la azotea a través de una escalerilla infernal y admiramos la panorámica de Bathalapalli... era cuál hormiguero, un hervidero de gente que jamás olvidaré.

 

La segunda vez que me he sumergido por las mismas zonas por las que fui con Ester, mucho más tranquilas sin el festival, ha sido con Manel mi actual compi de piso. Nada más meternos por las callejuelas, un grupo de niños empezó a seguirnos indicándonos todos los templos que nos encontrábamos a nuestro paso, al menos seis. Fue un agradable paseo en el que nos fuimos encontrando familias agolpadas en sus porches, vacas en absolutamente todas las esquinas, chavales jugando al cricket, escombros, niños y más niños...



Al final de nuestro recorrido estábamos rodeados por al menos una cincuentena de críos. Me arañaron, me cogían de las manos todos y no me soltaban. Traté con toda mi fuerza de soltar mi mano, al final lo conseguí mo sin esfuerzo... volvimos a casa impactados.

SUNKINDARKNESS